martes, 20 de octubre de 2015

¿Hasta siempre?

A pesar de mi pesar y a pesar de que numerosas flores violáceas cubran ya tu lecho final sigues ahí. A pesar de mi pesar y a pesar de que te dije adiós no te marchaste. A pesar de mi pesar y a pesar de que ni quise ni quiero volver a sentirte, a sufrirte, continúas clavándote en mí, como las cadenas de un preso en su piel, como un adiós que se torna en hasta luego; y peor que eso: como un hasta luego que se vuelve un hasta siempre.

Quise arrancarme la flecha, pero fui tan torpe que la partí dejando la punta clavada en medio de un mar rojo de lágrimas secas del que no parece querer salir. Y lo peor es que una parte de mí aún quiere que se quede ahí mientras la otra lucha desesperadamente por destruir todo rastro de paso esperando así sanar la herida que hizo, aunque en el fondo sabe bien que esto no funciona así.

Sin embargo no te odio, ni odio al arquero que te hundió en mi pecho, ni odio a quién me atas... tampoco podría. ¿Cómo odiarte si fuiste lo más bonito que he sentido nunca? Sin embargo tampoco puedo quererte, ¿cómo hacerlo si también eres lo que más me ha dolido nunca?

No sé... quizá deba aprender a vivir contigo, pero eres como ese picaporte que siempre está ahí en medio esperando a que pases para clavarse en tu costado haciéndote ver las estrellas... con la diferencia que tú solo me haces ver una, y creo que ese es nuestro mayor problema, que esa estrella ya tiene su planeta orbitando.