martes, 26 de diciembre de 2017

Crónica de una caída anunciada

Cuando llevas tanto tiempo como tú andando sin rumbo por el mismo sendero es fácil saber lo que traerán tus próximos pasos, antes incluso de que tus ojos perciban la primera sombra del próximo obstáculo.

Es por esto que tú y yo sabemos lo que es inevitable. Lo que va a sacudir nuestra vida en los próximos días, o semanas si somos suficientemente fuertes. Pero va a ocurrir. Otra vez. Si es cierto que la práctica hace al maestro deberíamos tener bien preparada la defensa y nada pasaría.

Pero solo somos maestros en caer y llorar.

Y ya no podemos soportar más golpes contra el suelo.

Pero tampoco podemos evitar haber empezado ya a regarlo.

Aunque aún tengamos secos los ojos.

Aunque aún tengamos las rodillas en carne viva.

Aunque aún tengamos más espinas clavadas que huesos enteros.



martes, 19 de septiembre de 2017

Frío

Frío, hace demasiado frío ahí afuera, pero también aquí dentro. Y el problema dista mucho de reducirse a la altura del mercurio, lo que vuelve gélida toda atmósfera que te rodee es el dementor que te persigue día y noche. Y bien es cierto que la manta de miedos en la que siempre te embozas puede evitar la hipotermia por un tiempo, pero al final hasta la última gota de tu sangre quedará cristalizada si no encuentras la forma de envolver todos tus males con la que es ya tu última defensa y arrojarlos juntos por la puerta de la Luna de tu corazón.

Lo peor sin duda es que estás errando siempre en el primer paso y acabas tapando el Sol dejándote desprotegido haciendo inevitable la caída hacia la Luna. Quizá, todo lo que necesites, sea una constelación con forma de animal de luz que acabe con los espectros que muerden el alma.

jueves, 12 de enero de 2017

Perdido

Lo peor de hacer algo durante mucho tiempo, aunque no te guste, aunque lo odies; es que cuando dejes de hacerlo lo echarás de menos.

Y es que tras años andando sin un destino real claro, con meras ensoñaciones esperanzadas que sabías imposibles como meta, llegaste al final del trayecto. No vas a quedarte quieto aquí, es evidente. Pero el camino que tomes para continuar, independientemente del final que busques con él, será radicalmente diferente al que has dejado atrás; y lo sabes. Y lo temes. Porque si bien has maldecido cada paso que has dado en él, cada tropiezo, cada destello cegador de realidad; no es menos cierto que en el fondo lo has amado también, y lo que es peor: es el único sendero que conoces.

Así que, una vez liberado de las condiciones de contorno que te impedían salir de él, puede que te halles desubicado, sin un rumbo claro, sin saber qué hacer. Incluso es probable que llegues a echar de menos el pasado, o más bien echar de menos lo que producía en tu mente y en tu corazón la idea de tu anterior meta y quieras volver al anterior camino e intentar acabarlo donde tenías previsto cuando diste el primer paso. Sin embargo, como pronto descubrirás; lo mejor para andar es no saber adónde quieres llegar.