sábado, 1 de agosto de 2020

Chispas

Hay cosas que no se pueden evitar aunque te dejes la piel en ello. No puedes evitar que el sol salga cada mañana, que se te caiga el café por las mañanas o que cada vez que tu mente pasa más de medio instante pensando en él una chispa recorra tu cuerpo del corazón a los pies.

Y es que cada vez que se cruza por tus neuronas se desencadena el Katrina en tu cuerpo: primero la chispa por la espalda dejándote como un erizo de pelos asustado, después el estómago juega a estrangularse a sí mismo como si se avergonzara de lo que te sucede y quisiera esconderse entre sus propios pliegues haciendo que se arquee la comisura izquierda de tus labios intentando frenar la reacción en cadena, pero nunca funciona y a esto le sigue el picor en la nariz como si hubieras respirado una pelusa en primavera que termina empañando los ojos y dejando escapar una leve gotita como guinda visible del pastel de hormonas que te acabas de tragar.

Y así cada vez, como mínimo, hasta... hasta...