lunes, 6 de julio de 2020

Fondo

Si tuvieras que ser alguien, serías sin duda Atlas.

Solo que tú no estás condenado a sostener el mundo por tus crímenes, estás condenado a soportar el peso de la vida en sociedad por ser como eres. En realidad todos los humanos lo estáis. Pero para algunos pesa como el papel de fumar y para otros como el plomo.

Y cada vez hay más plomo.
Y cada vez te quedan menos fuerzas.

Puedes entrenar para soportar mejor el peso, es lo que llevas haciendo años y nada de impide seguir haciéndolo. Pero estás harto. Harto de tener que esforzarte el doble para conseguir la mitad. Harto de que ya no te mantengas de pie. Harto de que las lágrimas empañen tus ojos cada vez que te tiran un bloque más encima. Harto de que nada sirva.

Porque entrenar es un parche, es un empate en el nadie gana pero tú siempre pierdes.

También puedes emplear la estrategia inversa: puedes quitarte peso de encima. Literalmente. Es una forma asquerosa de sobrevivir. Pero es una manera de sobrevivir. Y al final del día es lo que importa. Es asquerosa porque supone cambiarte a ti mismo, camuflarte y parecerte a los que, por decreto divino, reciben menos piernas en su racción diaria o, incluso, les retiran algunas de vez en cuando. Nadie sabe por qué, solo sabes que a algunos les pasa. Y encima todos son iguales, todos son muñecos de porcelana de primerísima calidad, tallados y lacados como si fueran obras de arte. Vacíos pero bellos. Huecos pero brillantes. Clónicos pero perfectos.

¿Y es que al final qué importa ser débil si no necesitas enfrentarte a nada?