jueves, 12 de enero de 2017

Perdido

Lo peor de hacer algo durante mucho tiempo, aunque no te guste, aunque lo odies; es que cuando dejes de hacerlo lo echarás de menos.

Y es que tras años andando sin un destino real claro, con meras ensoñaciones esperanzadas que sabías imposibles como meta, llegaste al final del trayecto. No vas a quedarte quieto aquí, es evidente. Pero el camino que tomes para continuar, independientemente del final que busques con él, será radicalmente diferente al que has dejado atrás; y lo sabes. Y lo temes. Porque si bien has maldecido cada paso que has dado en él, cada tropiezo, cada destello cegador de realidad; no es menos cierto que en el fondo lo has amado también, y lo que es peor: es el único sendero que conoces.

Así que, una vez liberado de las condiciones de contorno que te impedían salir de él, puede que te halles desubicado, sin un rumbo claro, sin saber qué hacer. Incluso es probable que llegues a echar de menos el pasado, o más bien echar de menos lo que producía en tu mente y en tu corazón la idea de tu anterior meta y quieras volver al anterior camino e intentar acabarlo donde tenías previsto cuando diste el primer paso. Sin embargo, como pronto descubrirás; lo mejor para andar es no saber adónde quieres llegar.